jueves, septiembre 8

La tolerancia está de moda....(?)

Hace unos meses escuché por primera vez del “Ya Basta”.

Se trataba de la Campaña contra el Abuso de Poder, impulsada por Genera ideas y acciones colectivas. La propuesta, en realidad, parecía bastante simple: un llamado a ponerse los pantalones antes las situaciones de abuso de poder que enfrentamos en la vida cotidiana.

El lanzamiento de esta campaña venía acompañado, además, de un “Estudio de opinión sobre el abuso de poder: el poder de los derechos ciudadanos”. La investigación se orientaba, principalmente, a indagar acerca de cómo se traduce el abuso en la prestación de servicio básicos de instituciones públicas y privadas.

Entre los resultados arrojados por este estudio se destaca, por ejemplo, la instalación del abuso de poder en la vida cotidiana de los ciudadanos; escasa información sobre los derechos ciudadanos; y una menor decisión a ejercerlos.

Otros datos: el 51% de los encuestados dijo haber enfrentando alguna situación en que sintió que sus derechos fueron pasados a llevar en el último año.

El 43% cree que abuso de poder es abusar de una posición o cargo para obtener beneficio personal. El 19%, en tanto, lo entiende como no respetar los derechos.

En esa línea se instala la definición que Naciones Unidas da del Abuso de Poder –y que se cita en el informe del estudio de Genera y Collect-: experiencia de daño (físico, mentales, emocionales, financieros) que implica el menoscabo sustancial de los derechos fundamentales, como consecuencia de acciones que no llega a constituir violaciones del derecho penal.

Así, el listado de los temas que se asocian al abuso de poder es amplio, tanto como para que cada uno pueda sentirse identificado: cobros injustificados, situaciones en la locomoción colectiva, desigualad social, exceso de tramitación, publicidad engañosa, información parcial de los medios de comunicación, retraso en la atención, altas tasas de interés, poca claridad en la información, pitutos o tráfico de influencias...

Quisiera agregar uno más: la discriminación. Sí, lo sé, es una palabra amplia, pero creo que muchas veces -si es que no siempre- la discriminación es un forma de abuso de poder.

Me centraré en la discriminación negativa, la que margina y rechaza.

Esta semana se publicó en los medios el caso de tres estudiantes ciegos que, sistemáticamente, fueron rechazados en prestigiosas universidad de la Región Metropolitana (UMCE, U. de Chile, U. La República). El primero quería estudiar Música (finalmente pudo hacerlo); el segundo, Psicología (ya era Periodista); y la tercera, Educación Parvularia (nunca pudo hacerlo).

La nota, en realidad, se centraba en el siguiente escándalo: no había sistema especial de PSU para ciegos.

Al respecto, en la página del DEMRE, en el apartado de “Postulantes con Discapacidad”, se expresa que hoy, a los estudiantes que no puedan rendir la PSU en las mismas condiciones de la mayoría, es decir, en formato de lápiz y papel se les prestará “tratamiento especial para rendir la PSU, que puede ser tiempo adicional o tratamiento en salas individuales, lo cual tiene por único fin permitirles la participación en el Proceso de Admisión en condiciones justas, pero no implica compromiso de aceptación por parte de las Universidades, las cuales se reservan el derecho a resolver según corresponda”.


“De todas las discapacidades, -continúa el texto- la ceguera legal es la única dolencia que está excluida del sistema de rendición de pruebas. Esto se debe a que, aunque a los postulantes no videntes legales se les colaborara en la lectura, sería imposible representarles los elementos visuales que aparecen en la batería de pruebas. Por esta razón, su ingreso a la educación superior universitaria debe realizarse a través de la admisión especial en aquellas universidades que así lo contemplan y en carreras compatibles con su condición”.

El tema entonces es tan clarito como el agua: no se saca nada con crear sistemas especiales o súper especiales, si finalmente las Universidades serán autónomas para aceptar. Y el problema es que muchas veces, la mayoría de las veces, no lo hace, en un claro acto de discriminación.

Miren a su alrededor y vean cuántos casos de alumnos ciegos han visto en las universidades. Quizás alguno conoce uno, o un par. Claramente escasos y, hoy por hoy, aún una excepción.

Este tipo de discriminación es la que más me aterra, pues finalmente es muy probable, como dice C., que la discriminación sea tan natural en el hombre como respirar, pues todos en alguna ocasión, y en mayor o menor medida, hemos discriminado.

Lo distinto de este caso es que se trata de una institucionalidad que discrimina. Y esto, en una sociedad en que la palabra Tolerancia parece haberse puesto de moda.

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Acerca de mí

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Daniela es mi nombre. @danilazcano en twitter. Periodista de profesión... docente de comunicación de vocación. El ejercicio de este blog no es más que un reencuentro con el "Querido diario:" de la infancia, cambiando la libretita rosada y con candado, por la apertura "infinita" de la blogósfera. Así, resulta sólo una bitácora... y de un bucle... por Morin, y por la genética que pobló mi coronilla.